jueves, 28 de abril de 2011

La exposición colonial o el reparto del mundo


El corazón de la jungla
Calentado al rojo vivo
Se le salía de su pecho
En cada noche oscura
Sortilegios o hechiceros
Almas y amuletos
Danzas y trances
Se entregan con delirio
Los tam-tams salvajes
En la lejanía, color rojizo
Y muy cerca el tren
Y muy cerca la T
Cadencias de muerte
Máscaras de guerra
Los animales rugen
La civilización gruñe
Con ella la fe
Con ella el látigo
Érase una vez
Un mundo secreto.

Michel Zoom

jueves, 14 de abril de 2011

Conflicto electrodoméstico

— Hum... Parece como si hubieras estado llorando, ¿qué ha pasado?
Martha apartó la mano que su marido acababa de colocar bajo su barbilla y, dejando caer la cabeza, contestó:
— Nada. Simplemente me sentía un poco melancólica.
— ¿Tiene algo que ver con Eric?
— ¡Oh, no! Es un niño ideal. Un digno producto de la crianza mecánica. Con una niñera como la que tiene, Eric jamás dará problemas a sus padres.
— ¿Está dormido?
— Le está contando su habitual cuento de antes de dormirse. Entré hace diez minutos. Estaba sentado en su cuna, con el rostro iluminado, mirando con gesto de adoración a su amada Cibela. Al principio ni siquiera me vio, pero cuando me acerqué para darle un beso me apartó con sus dos manitas, como si tratara de decirme que esperase hasta que el cuento acabara. Por supuesto, una madre no es una máquina electrónica; puede esperar.
— ¿Qué hizo Cibela?
— La encantadora, astuta y sensata Cibela estuvo en su punto, como siempre. Dijo: «Eric, da a tu madre, con la que estás unido por lazos de sangre, un gran beso de buenas noches. ¿No recuerdas lo que te conté acerca de la división cromosómica?».
— ¿Por qué odias tanto a Cibela?
Los ojos de Martha se llenaron de lágrimas.
— ¡Ya no puedo soportarlo más, Luff! ¡Compréndelo! ¡A cada paso que doy, siento siempre sobre mí la superioridad de esa máquina pensante! Apenas transcurre un día sin que me haga notar mi inferioridad. ¡Por favor, haz algo! ¿Por qué tienen que ser tan horriblemente inteligentes esas máquinas? ¿No podrían llevar a cabo sus tareas sin serlo? ¿Quién necesita que sean así?
— Es algo que nosotros no podemos cambiar. Las leyes de la autoorganización son las responsables. No podemos hacer nada en lo que se refiere a sus tendencias individuales y, ni siquiera, por muy lamentable que sea, en lo que concierne a su genio. ¿Quieres que solicite otro robot para sustituirla?
— Por desgracia, eso es imposible; porque Eric simplemente la ama. Sería mejor hacer algo para que fuera un poco más estúpida. Creo que entonces todo sería más fácil.
— ¡Pero eso sería un crimen! ¡Ya sabes que la ley ha hecho a los robots pensantes iguales al ser humano!
— Entonces, habla tú con ella. Hoy me ha dicho una cosa tan terrible que ni siquiera supe cómo responder. Me sentí como perdida. ¡No, ya no puedo seguir soportando esta humillación!
— ¡Silencio! Ahí viene. Procura reponerte.
— ¡Hola, patrón!
— ¿A qué viene esto, Cibela? Ya sabes que una máquina NMK no tiene que usar ese vocablo.
— Bueno, pensé que a Martha le gustaría. Siempre le encanta enfatizar las diferencias entre el amo de la creación y la máquina fabricada.—Martha se llevó un pañuelo a los ojos y salió corriendo de la habitación.— ¿Eso es todo? —preguntó Cibela.
— Sí, puedes irte.
Unos diez minutos más tarde, Luff entró en la cocina.
— ¿Qué haces ahora, Cibela?
Con movimientos mesurados, Cibela extrajo un rollo de microfilm desde un receptáculo que se abría en su sien.
— Estaba estudiando pintura flamenca. Mañana es mi día libre y me gustaría ver a mi descendiente. Sus profesores dicen que tiene talento para pintar, pero me temo que no recibe un entrenamiento artístico suficiente en esa escuela. Quiero compensar eso en mis días libres.
— ¿Qué sucedió hoy entre Martha y tú?
— Nada especial. Estaba limpiando la mesa por la mañana cuando, por pura casualidad, le di una ojeada a una de las páginas de su tesis, y me fijé en dos errores esenciales en la fórmula del ácido nucleico. Hubiese sido estúpido por mi parte no decírselo a Martha. Simplemente, quise ayudarla.
— Y después, ¿qué ocurrió?
— Comenzó a llorar y dijo que ella es un ser humano vivo y no un robot, y que tener al lado una máquina sermoneándola todo el tiempo le resultaba tan desagradable como besar una nevera.
— Y tú, por supuesto, le respondiste, ¿no?
— Sí, dije que si ella pudiese satisfacer sus instintos de procreación mediante la ayuda de una nevera, probablemente no hallaría nada reprensible en besarla.
— Comprendo. Pero no fue muy educado por tu parte mencionar eso de los instintos.
— No quise herir sus sentimientos. Sencillamente, traté de hacerle ver que todo es relativo.
— Por favor, ten un poco más de tacto con Martha. Se siente muy ofendida.
— Sí, patrón.
Luff frunció el ceño al oír la palabra «patrón». Abandonó la estancia y se dirigió al dormitorio. Martha estaba dormida, con el rostro oculto en la almohada. De vez en cuando suspiraba profundamente. Tratando de no despertarla, Luff se aproximó de puntillas hasta un diván cercano y allí se tendió. Se sentía profundamente disgustado.
Mientras tanto, en la cocina, Cibela pensaba, y no por vez primera, que su permanente contacto con los seres humanos se estaba haciendo insoportable; que nadie podía esperar que las máquinas, ya mucho más inteligentes que el ser humano, estuviesen siempre expresándose en términos de eterna gratitud hacia sus creadores; y que, de no ser por el afecto maternal que sentía hacia su pequeño ciberniño, que sólo la tenía a ella en el mundo, gustosamente se habría arrojado por la ventana de aquel vigésimo piso.

miércoles, 13 de abril de 2011

Xindansvinto, observado y obsequiado

« En la categoría de Historia y Actualidad, premio a Xindansvinto con su bitácora Octopus 2036, jajajajaja. Sí sí, en Historia y Actualidad. El que quiera saber como va y como ha ido el mundo, y como nos vamos a ir "pal" otro barrio, ya sabe a donde tiene que ir. Altamente recomendado para los amantes del pulpo. »