miércoles, 30 de marzo de 2011

Alguna vez la encuentro en el mundo

Alguna vez la encuentro en el mundo
y pasa junto a mí;
y pasa sonriéndose, y yo digo:
"¿Cómo puede reír?"

Luego asoma a mi labio otra sonrisa,
máscara del dolor,
y entonces pienso: "¡Acaso ella se ríe
como me río yo!"

Por los tenebrosos rincones de mi cerebro, acurrucados y desnudos, duermen los extravagantes hijos de mi fantasía esperando en silencio que el Arte los vista de la palabra para poderse presentar decentes en la escena del mundo. [...]
Conmigo van, destinados a morir conmigo, sin que de ellos quede otro rastro que el que deja un sueño de medianoche que a la mañana no puede recordarse. En algunas ocasiones y ante esta idea terrible, se subleva en ellos el instinto de la vida y agitándose en terrible aunque silencioso tumulto, buscan en tropel por dónde salir a la luz, de las tinieblas en que viven. Pero ¡ay! que entre el mundo de la idea y el de la forma existe un abismo que sólo puede salvar la palabra, y la palabra, tímida y perezosa, se niega a secundar sus esfuerzos. Mudos, sombríos e impotentes, después de la inútil lucha vuelven a caer en su antiguo marasmo.  [...]
Estas sediciones de los rebeldes hijos de la imaginación explican algunas de mis fiebres; ellas son la causa, desconocida para la ciencia, de mis exaltaciones y mis abatimientos. Y así, aunque mal, vengo viviendo hasta aquí paseando por entre la indiferente multitud esta silenciosa tempestad de mi cabeza. [...]
El sentido común que es la barrera de los sueños, comienza a flaquear y las gentes de diversos campos se mezclan y confunden. Me cuesta trabajo saber qué cosas he soñado y cuáles me han sucedido. Mis afectos se reparten entre fantasmas de la imaginación y personajes reales. Mi memoria clasifica, revueltos, nombres y fechas de mujeres y días que han muerto o han pasado con los de días y mujeres que no han existido sino en mi mente. Preciso es acabar arrojándolos de la cabeza de una vez para siempre. [...]

lunes, 28 de marzo de 2011

Sonrisas


Treinta y seis meses después de ser lanzado al mundo, descubrí que me robaban la alegría, no acababa de entenderlo y me producía un intenso e incomprensible estupor, así que, atenazado por la siniestra sorpresa, tardé cincuenta y cuatro semanas en decírselo a mis padres. Los dioses del hogar me sonrieron cuando les confesé mi descubrimiento, me sonrieron y se envolvieron en un grave silencio blanco de algodonada asepsia. Desde entonces no volvieron a hablarme, sólo me sonreían.

Algunos miles de días más tarde, exactamente tres mil seiscientos cincuenta, en la escuela, rodeado de fórmulas, letras y tareas grises y romboides, me decidí a contarle a mi maestra que alguien me estaba robando la alegría. Me acarició el cabello y me sonrió, sonrió y sonrió sin decirme una sola palabra; tras ello llamó a mis progenitores a consulta y les explicó que yo era un adolescente difícil del que no se podía sacar nada bueno, aconsejándoles que abandonara los estudios y me pusiera a trabajar.

En la fábrica, contando ya mi vida ciento ochenta y tres mil novecientas sesenta horas de existencia, me atreví a explicarle al patrón mi convicción de que estaba siendo atracado desde siempre, le abrí mi corazón y le hablé de mi certeza de que alguien me estaba robando la alegría. Me miró comprensivo, me dio unas palmaditas en la espalda y me sonrió. Al día siguiente me entregó una carta de despido.

Desesperado, soporté solo como pude mi tragedia un millón quinientos setenta y ocho mil minutos, durante los que permanecí a oscuras, apenas comiendo y febril y agotado, sin salir de mi habitación. Finalmente y en el límite de mi resistencia me dirigí a la policía. Alguien me está robando la alegría, uno o varios desaprensivos me roban la alegría, les dije, busquen a los ladrones, deténganlos. El comisario me sonrió con la suficiencia de un gato viejo y experimentado, y explicó con mucha tranquilidad que él no podía hacer nada pero que conocía a alguien que solucionaría mi problema. Volvió a sonreirme e hizo que dos policías me acompañaran hasta un hospital.

El hombre de la bata blanca escuchó en silencio, sólo roto por algunos hums... y ajás..., mi desconsolado relato: alguien me roba la alegría. Cuando terminé me sonrió diciendo que efectivamente iba a ayudarme, volvió a sonreírme y me encerró en una sala de su hospital sin permitirme salir. Cada día me visitaba unos minutos y sin dejar de sonreírme me hacía preguntas. No lo entendía, no era a mí a quien debían interrogar, yo era el robado y desconocía quienes eran mis ladrones. Cuando se cansaba de hablar conmigo me obligaba, siempre sonriendo, a ingerir unas cápsulas de colores que me sumergían en un dormir pesado, frío, y sin sueños.

Al cabo de noventa y cuatro millones seiscientos ocho mil segundos de reclusión decidí mentir. Ya no me roban la alegría, le dije al doctor y le sonreí, le sonreí con una sonrisa tan falsa y desalmada como la de mis padres, la maestra, el patrón, el comisario y la suya misma, consiguiendo que me dejara marchar.

Ahora ya sé quienes son los ladrones de la alegría, pero no lo hagáis saber en el hogar, la escuela, el trabajo, las comisarías y los hospitales, u os sonreirán, os sonreirán con el odio de los que se saben descubiertos.

Josep Alfons Arnau Sánchez, "JAU", 
revista Vacío, nº 5, Barcelona, marzo de 1996.

lunes, 21 de marzo de 2011

Decreto gubernamental del 21 de marzo

Considerando que, a pesar de las numerosas advertencias y admoniciones de las autoridades del Estado, a pesar de las campañas de explicaciones lanzadas a través de la prensa escrita, hablada o televisada, y a pesar de las múltiples aclaraciones de instituciones cientificas, eclesiásticas, escolares, deportivas y otras, la ciudad de K. ha sido escenario de repetidas provocaciones y desórdenes.

El Gobierno, actuando en virtud del artículo 307, apartados 2 y 3, de la Ley Fundamental, decreta el

ESTADO DE EMERGENCIA

con miras a la eficaz represión de actos que atentan contra la seguridad pública, y en especial de las infraciones al artículo 179 del Código Penal, que se han multiplicado peligrosamente en la ciudad y el distrito de K.

A contar de hoy día queda formalmente prohibido a la población, sin distinción de sexo, edad, religión o de cualquier cosa:
[a] caminar sobre los muros y por los techos de cualquier tipo de edificios, ya sean públicos o privados;
[b] elevarse por el aire sin ayuda de motores o de otros medios técnicos (en lo que se refiere a los vuelos efectuados con ayuda de motores y de otros medios técnicos, los decretos y reglamentos anteriores siguen vigentes);
[c] difundir o propagar cualquier declaración o alegato que tienda a poner en tela de juicio la validez de la ley llamada de la gravitación universal, según ha sido formulada por Isaac Newton y confirmada hoy por este Gobierno después de escuchar a expertos tanto extranjeros como nacionales, refiriéndose esta prohibición tanto a la propagación oral como a la escrita, especialmente a la realizada mediante inscripciones, octavillas u otros impresos legales.

Queda encargado de la ejecución de las disposiciones precedentes el Ministro del Interior, el cual enviará a K. las fuerzas necesarias para mantener el orden público. Asimismo, una escuadra de la fuerza aérea será destacada a la ciudad de K. con el fin de asegurar el cumplimiento de la prohibición antes mencionada y que se refiere al uso del espacio aéreo.

La pronta suspensión de las presentes disposiciones sólo depende de los habitantes de la ciudad y el distrito de K. puesto que no tienen otro objetivo que el de proteger los pensamientos y las aspiraciones de los ciudadanos honestos de la gran mayoría de los otros distritos y ciudades de nuestro país.

domingo, 13 de marzo de 2011

La cosa

Los sueños de la noche 13 del mes se convierten en realidad.

La cosa es indefinida. Un monstruo que habita fétidos pantanos, hielos antárticos o la mente. Un enigma de otro mundo. Cthulhu.

La Cosa es un superhéroe que muta en mole naranja de fuerza descomunal en busca permanente de la apariencia humana perdida. Miembro de los 4 Fantásticos, participa en guerras secretas. ¡Es la hora de las tortas!

Cosa mueble, incorpórea, accesoria, consumible, indivisible, fungible, comercial, inapropiable. Tipología jurídica. La cosa media entre sujetos y se convierte en otra.

Noúmenos moral. Res (cosa) pública. Fetichismo de la mercancía y cosificación. La ilusión kantiana abre la esclusa de la revolución en Marx. El materialismo histórico ocupa para sí el en sí metafísico de la cosa. Del valor de cambio a la conciencia de Lukács, al proletariado como sujeto-objeto de conocimiento. Proceso de liberación que con la Escuela de Frankfurt incluye a las necesidades culturales, aquéllas denominadas radicales por Heller.

Las cosas se despliegan con el nazismo y Heidegger las habita con el instrumental de significados que aportan sus posiciones tecnológicas. Debord observa la maniobra de diversión espectacular de la economía política y la ética consumista sustituye a la protestante, instaurándose la dictadura publicitaria. Según Featherstone, el consumo es vital para la reproducción del sistema. Para Baudrillard no consumimos productos, sólo signos. ¡Qué cosa!

Un 10% de jóvenes son compradores compulsivos que desconocen el valor del dinero, aunque sí que éste se halla tras la clave de una tarjeta electrónica. Sus padres los socializaron en el shopping center e ir de tiendas lo consideran de lo más guay. Caprichosos, ansiosos, acríticos. En la hamburguesería exhiben los contenidos de sus paquetes. La desazón cotidiana se calma con cosas y la publicidad le otorga sentido.

¿Qué tal va la cosa?

Un Otaku muestra su obsesión especializada por el objeto Manga. El psicópata vigila a una rubia que espera en la parada del bus. Dominar la cosa, saciar la codicia de coleccionista de mariposas. Cosa Nostra, lupara bianca. Zapatos de cemento. Ni rastro de la cosa. Sin cadáver no hay asesinato. Porque yo valgo lo que la cosa, dictamina la marca. Observatorio de publicidad sexista. El cuerpo es imaginado como cosa. En la prostitución y en su propio culto.

Las cosa pesan, impiden correr ligero cuando la cosa está que arde. Mauss, Bataille y los situacionistas hallan la Potlatch. Cosa de locos aborígenes. La desposesión que hace común al ser humano. El punto donde las cosas no atan. Cosa de brujas. La sidra de Mari está hecha con las manzanas que el señor negó a la comunidad.

Tengo una cosita, ¿qué cosita es?

martes, 1 de marzo de 2011

Jota de brujas, y humo

Ilustración: Ximo Segarra. Las cositas de Acapu.
No hubo aquelarres. No hubo vuelos ni sobre escobas ni sobre animales. No hubo hechizos, ni vampirismo, ni antropofagia. No hubo metamorfosis zoomórficas. No hubo cópulas demoníacas ni parto de sapos. No hubo brujas. Sí hubo procesos religiosos y civiles. Sí hubo represión institucional. Sí hubo torturas. Sí hubo pánico. Sí se fantaseó de manera delirante. La gente sí creyó en brujas.
José Dueso, Brujería en el País Vasco, 1996

I. POR ENCIMA DE TODAS LAS NUBES
Y POR DEBAJO DE TODAS LAS ZARZAS

Aunque el rito en su acervo admitiera
asimilar mitologías tribales
simbólicas metáforas personales
u otras figuras que la magia quisiera

reflejar y nuestro viaje guareciera,
la danza en su acopio de arsenales
los desdeñaría cual si fueran males
chicos que ni frenan la música fiera

ni sueldan con el influjo metafísico
hasta arruinar la noche en una queja
de dependiente egótico agujero

que no cabe dentro del cuerpo más tísico
ni vierten riesgos de silencio que deja
espirales colapsadas hacia cero.

II. LA HOGUERA

Es la danza la liviana arquitectura
de relaciones colectivas delirantes
clandestinas disidencias fulgurantes
que avienta la transitoria ruptura

con la norma cotidiana estructura-
da en verdades represivas sangrantes,
es la danza que propicia cimbreantes
movimientos ignícolas de cintura

y sensuales apetitos trepidantes
al dictado prodigioso de su juego
entre calles de bares y tabernas

donde se esconden los gatos acechantes
al musgoso ronroneo antes fuego
risa cuerpo y neuroquímicas internas.

III. AKELARRE

La música cual brutal cacofonía
ruido que zumbaba en nuestras cabezas
avivando las ascuas del rito piezas
en sinestesia mementos de entropía

fases pretéritas de la magia, habría
de conjugar sin cuitadas sutilezas
endorfinas adrenalina cervezas
y la estimulante algarabía

de todos los sonidos ruidos y voces
en la muchedumbre con la eclosión
de la danza muslos pechos nalgas roces

fugitivos desde el grácil pensamiento
compartido que surtía sensación
pues todo es música hálito y aliento.

IV. EL HUMO

El rito construido a nuestro antojo
finaliza suavemente en el regreso
sin peor aporte que un sueño espeso
que unge añoranzas de humo flojo

despiadada alegría en desalojo
cuando la música decrece, por eso
asumimos como ancestral deceso
que la magia haga quiebros en el despojo

de la danza hacia la nada restaurando
la energía que se gasta por trazar
el inefable círculo sobre el mando

ignipotente que brota del azar
rozagante en aras del deseo cuando
de noche en noche salimos a bailar.