jueves, 17 de noviembre de 2011

Dos pausas fónicas tuyas bastarán para sanarme

Instantánea de un rito marciano tomada por La Gallina Vasca.
Nos hemos quedado sin palabras para morder la realidad, nombrar nuestro malestar y decir lo que queremos. En lugar de hablar nosotros, somos hablados por distintos lenguajes que, administrados por sus expertos y especialistas, se hacen cargo de definir y describir la realidad en nuestro nombre: el lenguaje mediático define la actualidad; el lenguaje publicitario nombra nuestros deseos; el lenguaje terapéutico describe nuestro malestar; el lenguaje securitario habla de nuestros miedos; el lenguaje empresarial de las competencias dice nuestras capacidades, etc.

Es el triunfo del estereotipo: la palabra convertida en consigna, convertida en respuesta automática, convertida en orden, convertida en código mercantil, convertida en permanente suspensión y aplazamiento de los problemas. Cada desencuentro entre palabra, experiencia y pensamiento produce un estereotipo. Como un desierto que produce más desierto. Y ese mismo desacople ha desarticulado también el pensamiento crítico que, al no asumir positiva y creativamente la crisis de palabras, se limita a repetir las que funcionaron en su día para abrir la realidad y hoy también han cristalizado en estereotipos.

La célebre "neolengua" de 1984 es precisamente un lenguaje enteramente hecho de estereotipos, cuyo solo uso excluía de antemano toda posibilidad de pensamiento independiente, toda contestación. Contra el secuestro de lo real, necesitamos inventar la verdad y luchar a muerte contra los clichés que se nos imponen como obvios, las etiquetas que deshumanizan la realidad (suprimiendo matices, sombras, contradicciones) y los automatismos que, como diría George Orwell, "nos reducen al estado de gramófonos".

No se pronuncia el nombre del poder en vano: «Sabemos lo que hay que hacer y lo vamos a hacer y por eso hacemos lo que hemos dicho que íbamos a hacer y por eso seguiremos haciendo aquello que nos toca hacer, a pesar de que alguno no se crea que vamos a hacer los que hemos dicho que íbamos a hacer». Alea iacta est.