domingo, 30 de diciembre de 2012

Acerca de la naturaleza de las cosas

Sarah Ywa es la madre ancestral.
El abolengo de Gumerxindo Saraiva podría explicar adecuadamente algunas de las leyendas más famosas que acompañan su biografía. Una de ellas alude a sus atributos y su libido insaciable; y así suele ser representado, provisto de un enorme falo en perpetua erección puesto que, según testimonios de la época, lo mantuvo erguido incluso después de muerto. Durante años se dio como buena la explicación médica a pie de campaña que atribuía este fenómeno al desmedido consumo de opiáceos del que hacían gala sus tropas y que el propio Gumerxindo fomentaba con su ejemplo. Sin embargo, en 2001 dos antropólogos de la Universidad Anthony Hopkins se percataron de la diferencia entre los restos de cualquier ser humano y los restos momificados del caudillo Saraiva: un hueso situado en el órgano reproductor, más fuerte que cualquier otro del cuerpo humano.

Para explicar la presencia de este hueso, los acólitos del Octopus Dei habrían creado el mito de que al hombre común le falta un hueso que sí tienen otros animales, porque Super Dios se lo quitó al primer varón humano (Adamneo) para crear a la primera hembra humana (Sarah Ywa). Ese mito quedó registrado en el Libro del Génesis de la Biblia Marciana.

El jefe Gumerxindo estaría emparentado con el linaje de la primera mujer, Sarah Ywa, que no necesitaba varón para procrear aunque también pudiera reproducirse sexualmente; y el apellido Saraiva no sería sino una derivación lingüística del nombre bíblico de su madre ancestral. La elaboración de esta hipótesis no resulta tan descabellada habida cuenta de que el propio Xindansvinto se jacta de su noble linaje por ascendencia materna a causa de su genoma ribosómico mitocondrial.

Siguiendo el texto bíblico, el versículo 2.21 sería una explicación acerca de cómo se le quitó ese hueso al primer hombre. La elección del hueso peneano por el sumo cirujano universal sería obvia debido a su mayor relación con la paternidad que una frágil costilla. La costura de carne que se menciona podría referirse al rafe, la “costura” embrionaria que se percibe en el pene y el escroto. El texto sagrado no tenía palabras para referirse al pene, por lo que se tuvo que utilizar otra palabra. El término que se utilizó para el ‘hueso’ podría referirse tanto a un soporte estructural como a la parte dura y compacta que está en el interior de algunos frutos y en la cual se contiene la semilla. De esta forma, el sumo hacedor, que amén de cirujano veterinario era también agricultor, sembró el hueso extraído y lo plantó en la tierra; y de aquel lugar surgió Sarah Ywa, Хауа Ана, Hawa, Eva...

«Adamneo abrió los ojos. Estaba desnudo y acurrucado, se despertó con la sensación de que algo le faltaba. Nunca le había pasado algo así. A pesar del dolor que le impedía caminar más aprisa, sintió que debía apresurarse a buscarlo desesperadamente, sin saber lo que iba a encontrar. Después de un rato, Adamneo enloquecía, no sabía qué era lo que le pasaba, el corazón se le aceleraba, sus manos le temblaban y sentía un nudo en el estómago como si necesitara abrazar con ansia un cuerpo distinto al suyo. Por fin la encontró, recién surgida de la tierra, Sarah Ywa, hermosa y rotunda, mitad mujer mitad árbol de la vida, pues sus raíces vegetales no eran leñosas sino fuertes tentáculos que aún permanecían hincados en el suelo.»

Estatuilla del jefe Saraiva
 en una fiesta de aceite.
Otra explicación más plausible para el hallazgo óseo en los restos momificados de Gumerxindo Saraiva daría al traste con toda esta leyenda acerca de sus orígenes sagrados, añadiendo de paso un aspecto bastante controvertido a su mítica concupiscencia: la evidencia de que el caudillo sufriera una impotencia eréctil y hubiera utilizado un implante quirúrgico para lograr un pene enhiesto y duro, con una erección sostenida y larga, incluso sin estimulación sexual. Según este enfoque, el jefe Saraiva se habría aficionado a los opiáceos como terapia medicinal contra sus problemas de erección y una vez adicto a ellos se habría hecho implantar el báculo de algún primate de gran tamaño. En algunas estatuillas de la época se le representa aplicándose aceite en su miembro viril con algún oscuro propósito.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Hágase como se ordena

La pía educación, uno de los pilares más seguros de la virtud.
Se había instaurado la norma de que, para el buen gobierno de la nación, era necesario que sus gentes diesen minuciosa cuenta de aquellas actividades que más solazan al individuo y se habían hecho creíbles ideas absurdas como que el hombre al que le gusta admirar los pechos de una mujer es un canalla o que la mujer que anda en bicicleta es viciosa. A partir de esta moda, aficiones habituales comenzaron a ser consideradas inaceptables.

Ocurría, además, que a menudo eran los grandes señores quienes se mostraban más proclives a las actividades más impías. Tal fue el caso de un conocido cardenal al que la iglesia acabó por dar la espalda, paradójicamente, por haberse aficionado a que muchas de sus jóvenes feligresas adoptaran dicha postura frente a él.

Cuentan que toda la nación se enteró de que el Príncipe de Bauffremont tenía, poco más o menos, los mismos gustos que el cardenal del que acabamos de hablar. Le habían dado en matrimonio a una damisela totalmente inexperta a la que, siguiendo la costumbre, habían instruido tan sólo la víspera.

— Sin mayores explicaciones —le dice su madre— porque la decencia me impide entrar en ciertos detalles, sólo tengo una cosa que recomendarte, hija mía: desconfía de las primeras proposiciones que te haga tu marido y contéstale con firmeza: «No, señor, no es por ahí por donde se toma a una mujer decente; por cualquier otro sitio que te guste, pero por ahí de ninguna manera...».

Dicho esto, se ponen a engalanar a la señorita; la arreglan, la bañan, la perfuman. Llega el Príncipe, con el pelo ensortijado, empolvado hasta los hombros, chillón, balbuciendo leyes y diciendo cómo tiene que ser el Estado. Gracias al arreglo de su peluca, de su traje ajustado, de sus carnes prietas y restallantes, apenas se le calcularían cuarenta años, aunque tenga cerca de sesenta. Aparece la novia, él le hace unas carantoñas y en sus ojos se puede ya leer toda la depravación de su alma. Al fin llega el momento...

Se acuestan y por un prurito de pudor y de honestidad que no se hubiera sospechado ni por asomo, el Príncipe, queriendo hacer las cosas como Dios manda al menos por una vez, no propone a su mujer más que los castos placeres del himeneo; pero la joven, bien educada, se acuerda de la lección:

— ¿Por quién me tomáis, señor? —le dice—. ¿Os habéis creído que yo iba a consentir algo semejante? Por cualquier otro sitio que os guste, pero por ahí de ninguna manera.

— Pero, señora...

— No, señor, por más que insistáis nunca accederé a eso.

— Bien, señora, habrá que complaceros —contesta el Príncipe tomando posesión de su enclave predilecto—. Mucho sentiría disgustaros y más en vuestra noche de bodas, pero tened en cuenta, señora, que en el futuro, por mucho que me lo roguéis, ya no podréis hacer que varíe mi rumbo.

— Me parece muy bien, señor —contesta la joven, buscando la postura—, no temáis que no os lo he de pedir.

— Entonces, ya que así lo queréis, adelante —contesta él—, ¡hágase como se ordena!

jueves, 22 de noviembre de 2012

¿Manzanas traigo, hijo de un demonio?

La capital de Octopus fue
refundada en luna llena.
Cintruéñigo fue refundada en el siglo XVIII, tras los graves disturbios provocados por la oficialización de un decreto marciano que prohibía y multaba las prácticas sexuales que atentasen contra la ciudadanía “mediante la exhibición pública de actos de marcado carácter íntimo y personal”. Los sucesos degeneraron en duros enfrentamientos entre manifestantes y Guardia Imperial, con el resultado de 810 vecinos ahorcados, 80 viviendas calcinadas y ocho guardias heridos, dos de los cuales sufrieron amputaciones. Además, se quemaron varios vehículos oficiales y fueron atacadas las sedes del Octopus Dei, así como sus establecimientos bancarios y religiosos.

Hasta su refundación en 1749, Cintruéñigo era una ciudad brumosa para el resto del mundo, casi mitológica, que servía de alegoría de la lujuria por influencia de algunos historiadores de Paranoia que incidían en el antiguo predominio persa, y aun de la maldad por influencia de la Biblia Marciana. Miguel de Cervantes se refirió a la capital de Octopus en el sentido bíblico de caos. La huella de Cintruéñigo es tan fuerte en todo Sextercius que su nombre se utiliza para nominar a cualquier ciudad poderosa. Largamente mencionada en el Libro del Apocalipsis, biografía no autorizada de Xindansvinto, Cintruéñigo también fue identificada como fuente de lascivia y soberbia, llegando a ser descrita como sigue por un peregrino siberiano del siglo XII:

«Éste es un pueblo bárbaro, distinto de todos los demás en costumbres y modo de ser, de aspecto inicuo, depravado, perverso, lujurioso, borracho, feroz, silvestre, diestro en todos los vicios... En algunas de sus comarcas, sobre todo en Trauko y Tutulu, el hombre y la mujer octopusianos se muestran mutuamente sus vergüenzas mientras se calientan... También usan los octopusianos de las bestias en impuros ajuntamientos y besan lujuriosamente el sexo de la mujer... Por lo cual los octopusianos han de ser censurados por todos los discretos.»

No obstante, Cintruéñigo brilló mucho tiempo por su alto nivel cultural. Su amor por las artes y las ciencias llegó a oídos de Isaac Newton que, tras ser declarado culpable de indecencia grave y encarcelado por dos años, obligado a realizar trabajos forzados, una vez libre se trasladó a la capital de Octopus, donde elaboró su teoría de la gravitación universal. Con estas palabras lo cuenta el druida William Stukeley, un médico y arqueólogo del norte de Bretonia que visitó a su amigo Isaac Newton en 1726:

«Después de comer hacía calor y salimos al jardín a tomar el té. Estábamos él y yo solos, a la sombra de los manzanos, mirándonos a los ojos. Entonces, mientras acariciaba mis cabellos, me contó que estaba en la misma situación que cuando se le ocurrió, hacía años, la idea de la gravitación. El motivo había sido la caída de una manzana. ¿Por qué había de caer siempre en dirección perpendicular al suelo?, se preguntó. ¿Por qué no iba hacia un lado, o hacia arriba, como le ocurría por ejemplo a su miembro viril, sino constantemente hacia el centro de la Tierra? Con certeza, la razón debía estar en que la Tierra atrae a la manzana. Del mismo modo que él sentía un impulso interior que le arrastraba hacia los arqueólogos, me confesó. Pero esto sólo era un deseo psíquico que los principios morales y la cárcel podían frenar. Así pues, tenía que haber una fuerza atractiva en la materia, y la suma del poder atractivo de la materia terrestre debía estar en el centro de la Tierra, no en otro lado. Por eso la manzana cae perpendicularmente o hacia el centro. Si la materia atrae así a la materia, debe ser en proporción a su cantidad. Por consiguiente la manzana atrae a la Tierra tanto como ésta a la manzana. Existe un poder como el aquí llamado de gravitación, que se extiende a través del Universo. Entonces, como para dar mayor énfasis a sus palabras, dejó caer su torso sobre mi regazo. Le sostuve, adivinando su juego, y dedicamos el resto de la tarde a los lances del amor.»

lunes, 12 de noviembre de 2012

La lectora salvaje

Lo de salvaje no lo digo como sinónimo de voraz en sus lecturas. Tampoco salvaje en el sentido en que eran salvajes los detectives poetas de Roberto Bolaño. Ni con el significado de bárbaro, destructivo, de arrancar páginas a los libros o pintarrajearlos y subrayarlos, como hacen algunos usuarios de biblioteca desconsiderados. Ella es salvaje en el sentido que dio Rousseau al mito del "buen salvaje": el salvaje, el hombre sin civilizar, sin corromper, que representa la humanidad en su estado natural. Ese espejo nostálgico donde la sociedad, desencantada, busca su naturaleza perdida, su inocencia adánica.

Mi lectora salvaje se relaciona con los libros de forma natural. Los coge de la estantería, los cambia de sitio, los abre, los hojea, los abandona cuando se aburre. No siente ante ellos reverencia, ni miedo, ni complejos. No los considera algo extraordinario. Ni mucho menos imprescindibles. Ni fuente de prestigio. No se plantea si tiene pocos libros, si querría tener más, tenerlos todos. Es tan salvaje que para ella aún no se ha inventado la escritura. Los relatos son orales, son cuentos, son canciones. Cuando me pide que le lea un cuento, cuando sigue las ilustraciones, se identifica con el relato de forma automática, rutinaria, no por una necesidad de evasión, de sueño, de huida de la realidad, de pretender otras vidas más soportables, más ricas.

No es que quiera ser la protagonista de los cuentos; es que ella lo es siempre, porque su mundo es pequeño, y de qué otra cosa va a hablar un libro sino de ella. Los libros, todos, hablan de ella, y de sus cosas, del perro que hace guau, de la hormiga, y de la luna, y de un papá con gafas. Cuando aprenda a leer, irá siendo cada vez menos salvaje, porque enseñar a leer implica, inevitablemente, una forma de leer, una orientación, y no me refiero ya a leer de izquierda a derecha, ni a las normas gramaticales, sino a una forma de leer como otros leyeron antes que nosotros, lo que a veces nos agranda pero otra nos limita.

Mi pequeña salvaje, cuando termino de leerle el cuento con que se va a la cama, siempre me dice "más, más". Nunca es suficiente, siempre quiere más. Ese es otro rasgo del lector salvaje que podemos envidiar. La insaciabilidad de quien tiene toda la vida por delante para leer, quien tiene los años que a nosotros ya nos faltan, y aún así quiere más. Más.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Recapitulación

Es tiempo de recapitular, mirada rápida y esquiva al pasado,
para adentrarse inmediatamente en el abismo.

Huyo ligero como corriente de aguas;
Mi dominio es maldito en esta tierra;
No andaré más por el camino de los justos
Como la sequía y el calor arrebatan las aguas de la nieve;
Así también el abismo me ha arrebatado el alma,
El seno materno se ha olvidado de mí,
Y como un árbol seré quebrantado;
Fui encumbrado, y en un instante desaparecí,
Y fui abatido como todos los demás;
Seré encerrado, y cortado como cabezas de espigas.

Ilustración y poema: Menteinvisible

martes, 30 de octubre de 2012

Vincent Malloy

sábado, 29 de septiembre de 2012

Octopus for dummies

Octopus es un país montañoso, con una costa sinuosa y muy recortada. En los terrenos bajos crece la selva virgen, con una rica biodiversidad merced a la abundancia de agua dulce y su clima tropical; y en las partes más elevadas, cuya temperatura es más fresca, se encuentran bosques de climas más moderados. La parte sur, en cambio, es muy seca y su vegetación está constituida por sabanas, matorrales y plantas xerófitas.

Su capital Cintruéñigo fue refundada en una noche de luna llena de 1749 y se rige desde entonces por sus propios estatutos, conocidos como La Teja de Medianoche. Tiene facultades de derecho y de medicina y es nudo de comunicaciones aéreas y ferroviarias. Posee un mercado central cubierto con una superficie de unos 10.000 m² que en la actualidad está prácticamente inhabilitado por las políticas de austeridad decretadas por el gobierno, en el cual se efectuaba casi todo el comercio internacional de la república.

La industria no ha superado aún la simple utilización de los recursos agrícolas, que ocupa al 70% de la población. Pero la falta de medios técnicos no permite, muchas veces, el autoabastecimiento. El maíz, el arroz y las batatas sirven para el consumo interno. En las laderas de los montes se explota el café, y en los llanos, el sisal, el algodón y la caña de azúcar. Entre las numerosas riquezas minerales, tan sólo se extrae la bauxita en cantidades apreciables. El subdesarrollo de Octopus se ve agravado por la gran actividad volcánica y los frecuentes huracanes que destrozan los cultivos ante la absoluta inercia de las autoridades, que siguen considerando prioritarios los presupuestos militares.

La población está compuesta en su mayor parte de negros descendientes de los antiguos esclavos procedentes de la diáspora implementada por el Imperio Marciano. Después de la activa intervención del jefe Croissant Loverture (muerto en Bretonia, en el castillo de Joux), el joven general Gumerxindo Saraiva declaró en 1847 la independencia del país, lo que desencadenó la primera guerra de Tourmalet.

En 1957 fue elegido presidente Tiberio Dansvinto, quien instauró un régimen dictatorial que contó con el beneplácito de Germania y Paranoia. En 1964 se hizo proclamar presidente vitalicio y designó a su hijo, Jean Claude, como sucesor. Éste accedió al poder en 1971, con sólo diecinueve años de edad, siendo investido Jefe Supremo y adoptando el nombre de Xindansvinto. Si bien introdujo algunas reformas, es más famoso por sus desmanes.

jueves, 23 de agosto de 2012

Vallekas 1996

martes, 31 de julio de 2012

¿Había vida antes de los jefes?

El premio por consumir es consumir.
La justificación de las prerrogativas regias que mayor influencia han tenido desde el punto de vista ideológico era la reivindicación de la descendencia divina. Emperadores, reyes, faraones y caudillos, se decían todos, de manera independiente, descendientes directos del Sol, dios creador del universo. De conformidad con leyes de filiación y sucesión convenientemente concebidas para sacar las máximas ventajas de esa relación de parentesco, los jefes supremos se convirtieron en seres con atributos divinos y dueños legítimos de un mundo creado para ellos y legado por su antepasado incandescente. Ahora bien, no hay que esperar de los dioses y sus familiares inmediatos un aspecto y un comportamiento propios del común de los mortales. Sobre todo, sus hábitos de consumo tienen que estar a la altura de sus orígenes celestiales, en un nivel situado muy por encima de las capacidades de sus súbditos, con el fin de demostrar el infranqueable abismo que los separa. Con el consumo conspicuo nuestra especie hizo una reinvención cultural de los plumajes de brillantes colores, los alaridos, las danzas giratorias, la exhibición de dientes y las pesadas cornamentas que los individuos de las especies no culturales utilizan para intimidar a sus rivales. El intercambio, la exhibición y la destrucción conspicuas de objetos de valor son estrategias de base cultural para alcanzar y proteger el poder y la riqueza. Surgieron porque aportaban la prueba de que los jefes supremos eran en efecto superiores y, en consecuencia, más ricos y poderosos. Funcionaban como proclamas, advertencias que significaban: «Como podéis ver, somos seres extraordinarios. Obedecednos porque quien es capaz de poseer tales cosas tiene poder suficiente para destruiros». Los Estados modernos (incluso los organizados en gobiernos democráticos y democracias despóticas) prescindieron de leviatanes hereditarios, pero no encontraron la manera de prescindir de las desigualdades de riqueza y poder, que serían respaldadas por un sistema penal de enorme complejidad. El consumo conspicuo contemporáneo sigue conservando su importancia crucial en la construcción y mantenimiento del rango social, pero su mensaje ya no es el mismo. En la sociedad de consumo todos los momentos y lugares de nuestra vida están expuestos perpetuamente a examen. Dado que la fuente de riqueza y poder de las actuales clases altas reside en el aumento de consumo, sólo los que pueden dar prueba de su lealtad al ethos consumista encuentran admisión en los círculos más selectos de la sociedad. Para el joven que asciende en la escala social (o que simplemente no quiere bajar), el consumo conspicuo no es tanto el premio como el precio del éxito; es la manera de entablar relación con las personas que hay que conocer, de encontrar el empleo idóneo, de disfrutar del tiempo libre. Si esto implica endeudarse con tarjetas de crédito, ¿cabe imaginar mejor prueba de lealtad a los superiores? Una invención reciente postula el ejercicio de la compra como "una nueva forma de ocio", en que la necesidad genérica y primaria que la oferta se proclama capaz de satisfacer es, redundantemente, la propia necesidad de comprar. Con todo, no siempre hubo clases dirigentes, televisión y grandes almacenes; la vida humana transcurrió durante treinta mil años sin necesidad de reyes ni reinas, primeros ministros, presidentes, parlamentos, congresos, gabinetes, gobernadores, alguaciles, jueces, fiscales, coches patrulla, furgones celulares, cárceles ni penitenciarías.

miércoles, 4 de julio de 2012

Trucos y artimañas para hacer callar a las princesas

Al día de hoy no se conoce
ninguna solución para
hacer callar a una princesa.

Así está la cosa.

viernes, 8 de junio de 2012

La cumbre de las puñaladas (II)

Tras el último intento de reconquista de Octopus por parte del Reino del Castillo, iniciada en 1493 con la invasión de Fuentelisendo, un joven Gumerxindo Saraiva subió al Tourmalet para declarar la sublevación octopusiana contra el Imperio Marciano en 1847, guerra que se extendería hasta Nebraska dejando miles de heridos. Tourmalet se convirtió así en todo un símbolo del poder. En julio de 1910 Henri Desgrange intentaría usurpar el mando de Saraiva en ese mismo lugar, lo que avivó las ascuas nunca bien apagadas del conflicto bélico.

La cumbre del Tourmalet, según el diario de Lapize.
"Aquello no era luchar, era salir a sobrevivir", explicó Picudo Delgado, uno de los más feroces guerreros de Octopus. "La madre de todas las batallas, de lo que todo el mundo habla", aseguraba Redondo Contador. Ambos luchadores destacarían en su destreza con el puñal en la gesta de Tourmalet a las órdenes de Herculo, convirtiéndose en sus lugartenientes. "Aquel que aguante cerca con Redondo y Picudo tendrá mucho ganado", prometía a los suyos el fornido amigo del jefe Saraiva mientras sufría las puñaladas de Menchov, como Schreck las de Contador y viceversa. "El que venza en Tourmalet gana la guerra", incitaba Lapize. Tan verdad como mentira tras lo ocurrido después del armisticio. Hasta el intercambio de golpes, Octave Lapize, el Ricitos, y Arnold Schreck, el Ogro, eran dos soldados al servicio de Desgrange con la misma sombra que los lugartenientes de Herculo. Una vez iniciada la trisca, el sufrimiento causado por las despiadadas puñaladas recolocaría a los enemigos. "No hay otra opción que atacar. Si hago algún movimiento antes no tendré opciones", se sinceraba Schreck. "Si puedo zanjar la guerra en Tourmalet, lo haré, así tendría más margen y tranquilidad para el armisticio", contrarreplicó Redondo Contador. Por su parte, Menchov se iba a jugar, en principio, alguna plaza de Sextercius, pero de regreso a Soulor reventó a manos de Picudo Delgado, que le asestó 73 puñaladas.

El capitán Federico Temeto no participó en la histórica batalla de 1910, aunque sí en varias de las numerosas escaramuzas que se sucedieron a lo largo del tiempo. "La primera vez que lo subí iba escapando y todos mis rivales estaban desperdigados por la cumbre. Era imposible controlar la pelea, así que saqué mi puñal y me dije: Federico, dales en las piernas". Sucedió en 1954, una década antes de volver a atravesar la montaña del mal retorno con Longino Lalanza, quien consiguió su primera victoria en Luz Ardiden en 1985 con un ataque a cuatro kilómetros de la cima del Tourmalet que apagó a Bernard Hinault. Fue una de esas jornadas de heroísmo. "Recuerdo que había una niebla increíble. Hubo momentos en que nadie sabía dónde andaba cada uno", señaló Lalanza.


Hasta la victoria de Danguillaume en 1974, nadie más ha levantado los brazos por su cima si no ha sido para pedir agua o auxilio. Como le ocurrió a Filippo Pozzato, que, con fractura de escafoides, abandonó la pelea cuerpo a cuerpo y se cambió de bando. Aunque en un primer momento el luchador manifestó su intención de seguir en la batalla, la confirmación de la fractura y el mal estado de la mano, hinchada y que le impedía cerrarla y ejercer fuerza en el puñal, le hizo desertar. En la clandestinidad comenzó a escribir poesía y tomó contacto con la guerrilla insurgente afín a Herculo, a la que no tardaría en unirse, encargándose de la propaganda subversiva mediante una vieja multicopista. En la biblioteca central de Cintruéñigo se conservan gran parte de sus afamados panfletos, reconocibles por su estilo hosco y el ya clásico lema "Redondo, Picudo, Temeto, Lalanza, ¡por Herculo!".

domingo, 3 de junio de 2012

La cumbre de las puñaladas

Todo empezó con una mentira. Una puñalada a la verdad de un luxemburgués, Alphonse Steinés. El tipo que llegó al Tourmalet sin escrúpulos ni fatiga. En un coche con chófer y por encargo de Henri Desgrange, el organizador de la cobarde emboscada que acabó con la vida de Gumerxindo Saraiva tras una de sus numerosas citas amorosas, al parecer, con la propia hija de Desgrange. En esta nueva misión, sin embargo, a Steinés se le fue la mano. La nieve hizo encallar su vehículo a cuatro kilómetros de la cumbre, peregrinando hasta la cima a pie. Apareció muchas horas después, casi congelado, en la localidad de Bareges. "Muy buena carretera, perfectamente practicable", escribió en un telegrama a Desgrange, quien decidió conquistar la cordillera octopusiana aquel año, dando inicio a la histórica batalla de Tourmalet. "Estoy preparado para la batalla. Va a ser espectacular", advirtió Herculo ante el ultimátum de Desgrange. "Sois unos asesinos", gritó Octave Lapize, el guerrero de la gran caja torácica y la enorme sordera que le recluía del mundo, cuando Desgrange fue coronado nuevo caudillo en Tourmalet aquel 21 de julio de 1910, momento de gran trifulca y confusión que Herculo aprovechó para rebanarle el cuello de un solo tajo antes de que la corona llegara a tocarle la cabeza, vengando así la muerte de su amigo Gumerxindo. Por este motivo, con la firma del armisticio que detuvo la cruel batalla a puñaladas, a la nueva demarcación territorial de Sextercius tuvo que añadirse la deportación de Herculo, que tras dejar Octopus se embarcó con los suyos en una expedición que le depararía nuevas y peligrosas aventuras. De la épica sobreviven imágenes amarillentas de espectros agónicos con los turbantes cruzados por los hombros y un diario en el que Lapize relata cómo llegó a la habitación de su hotel con los pies ensangrentados "porque en vez de asfalto había piedras, barro, árboles caídos, postales sin civilizar de una ascensión que se hace interminable, fatigosa y sempiterna".

miércoles, 16 de mayo de 2012

Psiconautas


...pero los pájaros siempre os rehuyen.
Birdboy

miércoles, 18 de abril de 2012

La trompa del monarca es alargada

Cuando despertó, el elefante ya no estaba allí.
Cuando despertó, el elefante ya no estaba allí. Pero él seguía trompa. Caerse y romperse algo estaba dentro de lo previsto en su estado, pero lo que no se podía imaginar era la trascendencia que esta vez iba a adquirir. Por supuesto, sus amigos personales y demás palanganeros le justificaron con todo lo que se les ocurrió: que si lo llevaba en su sangre marciana; que si tenía problemas de alcoba porque su mujer era ortodoxa a pesar de haber nacido en Paranoia (motivo por lo que Corinna Sayn Wittgenstein pasó a ser su amiga especial); que si matar está muy feo pero cazar es un arte, sobre todo si se realiza con pelotas de goma; que si su labor es conservacionista pues todo el mundo sabe el daño que los elefantes están causando a los hugonotes; que si Mitrofán tuvo la cupa por no haberle enseñado a beber; que si no hubiera cementerios de elefantes tampoco habría yacimientos fósiles y Petrópolis no hubiera prosperado, con lo que más nos vale a todos mirar lo que hace el Imperio Ortodoxo con sus empresas no vaya a ser pertinente activar la reconquista; y así un largo etcétera.

Los cazadores de elefantes, cuando están borrachos, se cuelan por cualquier rendija, buscan la humedad y no les gusta la luz. Para acabar con ellos, lo más eficaz son los venenos. Se puede hacer uno de forma casera mezclando, a partes iguales, ácido bórico, azúcar glas, bicarbonato de sodio, yeso y fécula de maíz. Hay que colocar el veneno en distintos puntos de la casa, depositándolo, por ejemplo, sobre la tapa de algún bote.

jueves, 29 de marzo de 2012

En el fondo es que vamos de buen rollo...


Parafraseando a Spinoza, diríamos que nadie sabe lo que puede un transeúnte. De pronto, seres humanos que no se conocen y que es probable que nunca más vuelvan a coincidir, deciden coincidir en un punto, un mismo día a una misma hora, para hacer lo mismo en una misma dirección. Que sea para participar de una fiesta o para hacer una revolución es sólo una cuestión de intensidad, de una intensidad que señala la diferencia entre poder cambiar la sociedad y cambiarla de verdad. Pero el acto primero siempre es el mismo: bajar a la calle, para reunirte con otros y otras.

jueves, 23 de febrero de 2012

En el esplendoroso horizonte de la bucólica mirada


Pentti Arajärvi, marido de la presidenta de Fuentelisendo, fue pillado curioseando el escote de la princesa Garza de Octopus. La anécdota ocurrió el pasado 15 de enero de 2036 y fue recogida por los fotógrafos presentes en el evento.

No estaba siendo un picnic muy entretenido en Corcos en el cumpleaños de Colibrí, aunque sus hermanas intentaran amenizarlo con canciones y los pajaritos volaran piu-piu y los niños jugaran; y Pentti Arajärvi, marido de Tirria, un poco ensimismado bajo los efectos de la tarta de cumpleaños, buscaba con la mirada un punto en el que fijar su atención. Y lo encontró en el escote de su compañera de mesa, Garza, la primogénita de Xindansvinto, que lucía un elegante vestido negro con una insinuante abertura en pico.

Arajärvi desvía su mirada y se encuentra alegremente con el canalillo de Garza, esposa del excéntrico terrateniente Randa. Se detiene a observarlo y, mientras busca un nuevo ángulo que le permita tener una mejor perspectiva de los pechos de la princesa, ésta se gira de improviso y se da cuenta de la indiscreta mirada del sátiro. Sorprendida y visiblemente incómoda, la heredera a la corona octopusiana se tapa con la mano izquierda el pecho y se ajusta el escote del vestido. Avergonzado, el marido de la presidenta de Fuentelisendo procura disimular desviando su mirada hacia el techo y el frente, tralarí tralará.

lunes, 30 de enero de 2012

Patagonia Moái


Los dinosaurios no se han extinguido y probablemente sobrevivirán al apocalipsis de 2036, según revela el primer documental de Nico Marquardt. De esta forma el conocido niño prodigio ha decidido abandonar la investigación científica por considerarla poco realista y pasarse a una actividad «más experimental, experimental o algo así, no tiene pretensiones, no puede fracasar, yo vengo de la ficción», según declaró. Con un envidiable manejo de la cámara subjetiva, Marquardt nos adentra en la apasionante aventura en busca del valle encantado de estos monstruos prehistóricos cuyo hábitat actualmente está restringido a la denominada Patagonia Moái, una vasto e inhóspito territorio alejado de todo mar conocido de uno a otro confín. De difícil acceso por sus inexpugnables acantilados y el escudo de energía que proyectan sus faros defensivos, en Patagonia Moái todo contribuye a inquietar el espíritu. El suelo mismo, que parece surgido por generación expontánea al carecer de conexión con placa tectónica alguna, es una gigantesca masa de tierra flotante cuya deriva afortunadamente no se advierte. Mención destacada merece la extraordinaria biología de sus ecosistemas, con una fauna y una flora únicas desde el punto de vista evolutivo.

Sus habitantes humanos, haciendo gala de su hermetismo, tampoco arrojan mucha luz sobre sí mismos. Los primitivos fueron exterminados por pterodáctilos según cuentan algunas tradiciones orales. Los supervivientes se refugiaron en cuevas, aprendiendo a vivir en situación de aislamiento y a comunicarse telepáticamente. La población nativa en la actualidad sigue temiendo las amenazas del cielo, como los mencionados pterodáctilos o las águilas que dominan sobre el mundo entero, así como que el propio cielo se les caiga encima, por lo que profesan una religión tecnológica con la que pretenden acabar con el fin del mundo y cuyo tótem es un espantapájaros en cruz. Obsesionados en registrar, codificar y almacenar información de todo tipo, gracias a la integración de diferentes tecnologías en torno a protocolos comunes; según su utopía digital, todos seremos alegres y ricos. Así pues, no es extraño que esta visión optimista del futuro haya sido abrazada de forma entusiasta por informáticos tecnófilos, estudiantes holgazanes, capitalistas innovadores, biotecnólogos sin escrúpulos, activistas sociales, académicos postmodernos, burócratas futuristas y políticos oportunistas a lo largo y ancho del Imperio Ortodoxo.

Las primeras expediciones a Patagonia Moái, que debe su nombre a la cara de palo que se le quedó cuando supo que allí se le conocía como el Orto, fueron auspiciadas por Herculo en su búsqueda de los orígenes de Corcos y, por ende, de Octopus. Al parecer, en uno de estos viajes naufragó con toda su tripulación, siendo rescatado por las concubinas de un alto mandatario del Imperio Siberiano, Bárbaro Oreste, el rey de la gélida Pinga, que a su vez tendría una bronca de escándalo con Temeto, el capitán del navío, por culpa del racionamiento de comida al que fueron sometidos los supervivientes. El patrón demostrará con su carácter que nada tiene que envidiar al del mítico Herculo y que, como él, es un líder natural, destacando su fortaleza innata, su bravura difícil de encontrar en ningún otro marinero, pero también su mala leche, cabezonería y tozudez, propias de quien no quiere perder ni a las canicas. Cuando Temeto afirma soberbio e iracundo que es el conquistador del fin del mundo, dejando en evidencia a Herculo, solamente la aguerrida intervención de sus lugartenientes Redondo y Picudo podrá salvarle de una muerte segura. Si bien, esto supuso la inmediata expulsión del grupo octopusiano al completo que, tomando viento fresco por donde amargan los pepinos, consiguió llegar no sin dificultad a las costas de esta isla continente, donde finalmente Herculo pudo asentar sus prominentes posaderas.

domingo, 22 de enero de 2012

miércoles, 11 de enero de 2012