domingo, 26 de junio de 2011

Doña Tecla

Si en todas partes cuecen habas, y hasta tartas de marihuana, en Octopus no iban a faltar tampoco personajes ignominiosos que se esmeraran en menear la olla para derramar su propio aceite de perro. Doña Tecla es uno de los casos más sonados de dicha perversidad.

Doña Tecla no vive en un bosque umbrío o en un lúgubre cementerio, como sería lógico suponer, sino que, mediante mañas, engaños y enredos consiguió ocupar el castillo de Xindansvinto. Y desde ahí sigue pegeñando a plena luz del día sus tejemanejes, con la única intención de liarlo todo lo más posible.

El asqueroso hilo conductor del que se cuelga y leitmotiv con el que tensiona su tela de araña no es otro que la desgracia de sus víctimas, de la que se alimenta como el vampiro de la sangre de las suyas.

Esta mujer diabólica, que puede aparentar ser amable a conveniencia, está guiada hacia un destino tan incierto para ella como para los demás, pues su propio infortunio parece no importarle tanto como su capacidad de hacer daño. Tal es su maldad que parece como si detentara un poder contra el que nada se puede hacer, porque incluso ella misma está dominada por su propia demencia.

Y es que Doña Tecla es natural de Paranoia, y aunque los paranoicos parezcan seres racionales son incapaces de sentir empatía; y así para ella los demás no existen sino como objetos que afectan o no a su capacidad de manipulación. Aunque esto no le reporte nada a su propio bienestar. Pues el amor lo entiende, pero tan sólo como algo que recibe de los demás y que además están obligados a darle. Mientras que hacia los otros es un sentimiento que sabe experimentar, pero como un tipo de odio.

3 comentarios:

  1. Toda una mala de película. Debe ser bien simpática! :)

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  2. Ainhoa: ¿Hay más así? No nos asuste. Mundo tenebroso...

    Adriana: Jajaja. En el cine sería actriz, pero como persona es atroz.

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