domingo, 29 de mayo de 2011

أربعة أصابع

Cuatro dedos. Entre la verdad y la mentira no puede haber más que cuatro dedos: la distancia que separa la oreja del ojo. Porque lo que te contaron puede no ser verdad, si te mentían. Pero lo que tú has visto con tus propios ojos sabes que es cierto, y para ti es innegable ya. Por donde vayas proclamarás esa verdad, de la que eres testigo. Y ya no te dejará, porque lo has visto. (Proverbio saharaui)

lunes, 23 de mayo de 2011

El pájaro del que voy a hablar

El pájaro del que voy a hablar es el búho. El búho no ve de día y de noche es más ciego que un topo. No sé gran cosa del búho, así que continuaré con otro animal que voy a elegir: la vaca. La vaca es un mamífero. Tiene seis lados: el de la derecha, el de la izquierda, el de arriba y el de abajo. El de la parte de atrás tiene un rabo del que cuelga la brocha. Con esta brocha se espantan las moscas para que no caigan en la leche. La cabeza sirve para que le salgan los cuernos y, además, porque la boca tiene que estar en alguna parte. Los cuernos son para combatir con ellos. Por la parte de abajo tiene la leche. Está equipada para que se pueda ordeñar. Cuando se le ordeña, la leche viene y ya no para nunca. ¿Cómo se las arregla la vaca? Nunca he podido comprenderlo, pero cada vez sale con más abundancia. El marido de la vaca es el buey. El buey no es mamífero. La vaca no come mucho, pero lo que come lo come dos veces, así que ya tiene bastante. Cuando tiene hambre, muge, y cuando no dice nada, es que está llena de hierba por dentro. Sus patas le llegan hasta el suelo. Las vacas tienen el olfato muy desarrollado, por lo que se les puede oler desde muy lejos. Por eso es por lo que el aire del campo es tan puro.

Ejercicio de redacción escrito por un niño de ocho años y que se conserva en el Museo Pedagógico de Paris.
El tema propuesto era describir un mamífero o un ave.

sábado, 21 de mayo de 2011

¡Indignaos!


Llega y nos hace conscientes de que la existencia se levanta sobre un olvido, que siempre está ahí sin necesidad de mostrarse, que puede borrar en un sujeto todo matiz de individualidad para convertirlo en un negro abismo, que trasciende la sensibilidad humana y su racionalidad y entonces ningún sonido lo referencia, sólo muecas y ráfagas de aire que no tensionan las cuerdas vocales.

Todo cuanto se nos aparece no es otra cosa que una diversa y diversificada manifestación de la muerte, un sueño que la muerte tiene para saberse (¿o para no saberse?). El dolor, como elemento que aparece en el sueño localizándose en los individuos, pero mutando y pareciendo inaprensible, semeja ser uno de esos entes metafísicos de los que se habla, encarnándose aquí y allá para señalar que dicho sueño se levanta sobre una realidad que lo trasciende y lo funda, a la vez que se reivindica como esencial frente a los fuegos de artificio.

Síntoma, núcleo donde se condensan los elementos rectores de la realidad individual (¿y colectiva?), punto de suspensión de la felicidad como objetivo fundante de la existencia humana (¿o quizá punto desde el que nace?), el dolor y las más primitivas técnicas de su generación —los tiempos han puesto los saberes al estudio de técnicas más sofisticadas— han sido utilizados históricamente por toda forma de dominio para dar cuerpo al bárbaro —y teológico— derecho a castigar.

Ya sabemos que por ahí corren predicadores que berrean el fin de las ideologías, pero quienes seguimos constatando la alienación que generan nuestras sociedades y tenemos la intención de transformarlas, es decir las gentes de izquierdas, acabamos de vivir un proceso electoral en el que se nos ha explicado cómo van a dispensar el dolor y temblando hemos asistido al recuento y la victoria de aquellos que han pujado por su administración más salvaje y cruel.

No es poesía, los verdugos preparan sus presupuestos, su racionalidad económica, sus leyes de extranjería, su código penal, su abaratamiento del despido, las gratuitas autopistas patronales para despeñar obreros (también llamadas accidentes laborales), en definitiva la estructura para administrar dolor.

No los perdonéis porque sí saben lo que hacen y han prometido hacerlo bien.