viernes, 30 de mayo de 2014

El protocolo de la puntuación

Musca maledicta.
Garvinus observó que los sistemas de puntuación utilizados en las literaturas de las distintas naciones dependieron originalmente de los hábitos sociales y de la dieta general de las moscas que infestaban los correspondientes territorios. Estos animalitos, que se distinguieron siempre por vivir en la vecindad de los escritores, a quienes tratan con amistosa familiaridad, embellecen con generosidad o tacañería, según sus hábitos corporales, los manuscritos en proceso de preparación, haciendo surgir el sentido de la obra por una especie de interpretación superior y ajena a los poderes del autor. Los «viejos maestros» de la literatura —es decir, los escritores primitivos cuya obra es tan estimada por los escribas y críticos posteriores que hablan el mismo idioma— jamás puntuaron cosa alguna, sino que escribían a vuelapluma sin caer en esa irregularidad del pensamiento que proviene del uso de la puntuación. (Actualmente observamos idénticos procedimientos en los niños, cuyos hábitos en la materia constituyen una demostración notable y hermosa de que la infancia de los individuos reproduce los métodos y las etapas del desarrollo que caracterizan a la infancia de las razas). Los modernos investigadores, con sus instrumentos ópticos y ensayos químicos, han descubierto que todos los signos de puntuación de esos antiguos escritos fueron insertados por la ingeniosa y servicial colaboradora de los escritores, la mosca doméstica común o Musca maledicta. Al transcribir esos primitivos manuscritos, ya fuera para apropiarse de las obras o para preservar lo que naturalmente consideraron revelaciones divinas, los literatos posteriores copiaron con precisión y fidelidad todas las marcas que encontraron en papiros y pergaminos, realzando milagrosamente la lucidez del pensamiento y el valor general de la obra. Los escritores contemporáneos de los copistas, por supuesto, adoptaron esas marcas para su propia creación y, gracias a la ayuda que les aseguraban las moscas de su propia casa, frecuentemente rivalizaron y hasta superaron las viejas composiciones, al menos en materia de puntuación, lo cual no es una gloria desdeñable. Para comprender cabalmente los importantes servicios que las moscas prestaron a la literatura, basta ubicar una página de cualquier novelista popular junto a un platillo con crema y melaza, en una habitación soleada, y observar «cómo el talento adquiere brillo y el estilo se refina» en proporción directa al tiempo de exposición.

4 comentarios:

  1. Aplausos de pie

    Probablemente la tecnología digital no le resulta atractiva a las moscas

    Expongamos y esperemos

    Abrazos

    ResponderEliminar
  2. Quizá sea cuestión de obligar a que todos los que pasamos horas encorvados escribiendo pasemos bajo las duchas un poco más seguido de lo habitual que, en mi caso, debe de ser una vez cada 16 días, más o menos, salvo que esa noche caiga en luna llena, en ese caso, lo retraso cinco días más, como manda el códice sagrado.

    Saludos

    J.

    ResponderEliminar
  3. esperando con ansias su coronación oh, monarca...

    ResponderEliminar
  4. Taty: Gracias, gracias. Le aconsejamos no limpiar su pantalla. Salud. Siempre a sus pies.

    José A. García: Esperemos que, con tanta frecuencia, al menos no use jabón. En luna llena hay que respetar el sagrado códice y la bella licantropía.

    Adriana: Usted siempre tan adelantada a su tiempo. Pues sí, no lo cuentan los cronistas, pero al parecer hubo moscas sobrevolando la corona.

    ResponderEliminar

Cualquier cosa que nos diga es una gran aportación. No se modere, nosotros no lo hacemos. Utilice los medios a su alcance, sus expresiones más bizarras (no importa como entienda esto). Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Rompa el aislamiento.