lunes, 28 de marzo de 2011

Sonrisas


Treinta y seis meses después de ser lanzado al mundo, descubrí que me robaban la alegría, no acababa de entenderlo y me producía un intenso e incomprensible estupor, así que, atenazado por la siniestra sorpresa, tardé cincuenta y cuatro semanas en decírselo a mis padres. Los dioses del hogar me sonrieron cuando les confesé mi descubrimiento, me sonrieron y se envolvieron en un grave silencio blanco de algodonada asepsia. Desde entonces no volvieron a hablarme, sólo me sonreían.

Algunos miles de días más tarde, exactamente tres mil seiscientos cincuenta, en la escuela, rodeado de fórmulas, letras y tareas grises y romboides, me decidí a contarle a mi maestra que alguien me estaba robando la alegría. Me acarició el cabello y me sonrió, sonrió y sonrió sin decirme una sola palabra; tras ello llamó a mis progenitores a consulta y les explicó que yo era un adolescente difícil del que no se podía sacar nada bueno, aconsejándoles que abandonara los estudios y me pusiera a trabajar.

En la fábrica, contando ya mi vida ciento ochenta y tres mil novecientas sesenta horas de existencia, me atreví a explicarle al patrón mi convicción de que estaba siendo atracado desde siempre, le abrí mi corazón y le hablé de mi certeza de que alguien me estaba robando la alegría. Me miró comprensivo, me dio unas palmaditas en la espalda y me sonrió. Al día siguiente me entregó una carta de despido.

Desesperado, soporté solo como pude mi tragedia un millón quinientos setenta y ocho mil minutos, durante los que permanecí a oscuras, apenas comiendo y febril y agotado, sin salir de mi habitación. Finalmente y en el límite de mi resistencia me dirigí a la policía. Alguien me está robando la alegría, uno o varios desaprensivos me roban la alegría, les dije, busquen a los ladrones, deténganlos. El comisario me sonrió con la suficiencia de un gato viejo y experimentado, y explicó con mucha tranquilidad que él no podía hacer nada pero que conocía a alguien que solucionaría mi problema. Volvió a sonreirme e hizo que dos policías me acompañaran hasta un hospital.

El hombre de la bata blanca escuchó en silencio, sólo roto por algunos hums... y ajás..., mi desconsolado relato: alguien me roba la alegría. Cuando terminé me sonrió diciendo que efectivamente iba a ayudarme, volvió a sonreírme y me encerró en una sala de su hospital sin permitirme salir. Cada día me visitaba unos minutos y sin dejar de sonreírme me hacía preguntas. No lo entendía, no era a mí a quien debían interrogar, yo era el robado y desconocía quienes eran mis ladrones. Cuando se cansaba de hablar conmigo me obligaba, siempre sonriendo, a ingerir unas cápsulas de colores que me sumergían en un dormir pesado, frío, y sin sueños.

Al cabo de noventa y cuatro millones seiscientos ocho mil segundos de reclusión decidí mentir. Ya no me roban la alegría, le dije al doctor y le sonreí, le sonreí con una sonrisa tan falsa y desalmada como la de mis padres, la maestra, el patrón, el comisario y la suya misma, consiguiendo que me dejara marchar.

Ahora ya sé quienes son los ladrones de la alegría, pero no lo hagáis saber en el hogar, la escuela, el trabajo, las comisarías y los hospitales, u os sonreirán, os sonreirán con el odio de los que se saben descubiertos.

Josep Alfons Arnau Sánchez, "JAU", 
revista Vacío, nº 5, Barcelona, marzo de 1996.

9 comentarios:

  1. Oh señor Monarca de las letras afamado y adorado Xindansvinto (que no sabes el esfuerzo de escribir ese nombre). Usted es un genio. Esta entrada es adorable igual que Usted. Me alegra sin embargo que haya mentido y se halle libre ya de las falsas sonrisas que le roban a uno la alegría. Yo le regalo toda la que de mi ombligo pueda brotar... con cariño, su fiel seguidora

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  2. Usted ha transformado a un lánguido en un sonriente. Pero eso es secreto, y no lo desvele... o tendré que atentar contra su corte.

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  3. ¿Donde será el depósito mundial de lo robado? ya que nadie se salva de ser robado. Mis saludos Majestad.

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  4. Certeras palabras de sonoro acierto las que una humilde lectora hoy, con regocijo, ha encontrado en este, su palacio.
    Y semejante conducta, a la que se vio sometido, es en verdad deplorable y merecería ser castigada con una vida entera sin disfrutar alegría.
    Sin más dilación me despido, haciéndole saber el gran pesar que se aloja en mis entrañas, por el imprudente y descarado trato que esta sencilla lectora osó, para con vuecencia, en su primera visita.
    Ruego disculpe con su inconmensurable bondad a esta, vuestra sincera admiradora.

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  5. Hay muchos tipos de sonrisas. Sonrisas que hasta se manifiestan mediante lágrimas. Lo que pasa es que lo que sonrie en estos casos es el alma, y no la desidia, ni la infravaloración que mucha gente tiene hacia su propio genero humano; por dogmas o leyes cívicas que muchos nos saben ni porque aceptaron. Es muy triste que haya gente que no sepa sonreir, pero aún más triste, que haya otros que lo transformen en algo oscuro. Pues todos deberiamos de sonreir, pero sonreir de verdad.

    Los bebes sonrien justo antes de reir, cuando algo les parece simpático. O por placer, cuando duermen en el regazo de sus mamas. Prueba fehaciente de cuan natural está dejando de ser el hombre.

    Yo no hice ningún gesto con los labios, y a pesar de todo esbocé una sonrisa de satisfacción, al comprobar, una vez más, que es usted un hombre y un escritor fantástico.

    Mis besos como siempre, suyos son.

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  6. Interesante escrito. Por alguna extraña razón, me hizo recordar unos versos de Bécquer mientras terminaba de leerlo. "¿Acaso ella se ríe, como me río yo?". Al final, declaras con una sonrisa que nadie te está robando la alegría. Tal vez, ellos también sonríen como sonríes tú, para despistar a los ladrones. Un saludo.

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  7. Adriana: Su alegre ombligo es un buen cobijo. Adorable buja íngrima.

    DDmx: No nos cortaremos entonces, y luciremos velo.

    Ignacio: Sin duda debe haber un pozo sin fondo.

    Joplin: Su descaro impetuoso siempre será bienvenido.

    María: Elocuentes palabras a tener en cuenta de una amiga de la sabiduría. Princesa trovadora, sirena filósofa.

    Ainhoa: Gracias. Su aportación será recogida en breve.

    Humberto: Bienvenido. Nosotros ya conocíamos su casa.

    Besos y abrazos saludables para todos y todas. Gracias por sus aportaciones y vuelvan cuando quieran si eso les causa placer.

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  8. Que decir Rey Xindansvinto,no se porque me recordó a Momo. Quizás otros sonrian y esten padeciendo y el disimulo de la sonrisa disipa males propios y ajenos.
    De todas formas , yo sigo regalando sonrisas, pero para devolver , con un granito de arena ,la alegría que una vez alguien me transmitió, sin falsedades ni lados oscuros, que sonreir es gratis, y alegra la vida...con mucha alegría ,aquella que de profesión regala sonrisas verdaderas..b7s

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  9. Thunderbird: Una bella dedicación, la suya, y que sin duda hará huir a la gente gris. B7s.

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Cualquier cosa que nos diga es una gran aportación. No se modere, nosotros no lo hacemos. Utilice los medios a su alcance, sus expresiones más bizarras (no importa como entienda esto). Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Rompa el aislamiento.